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2.1. La difusión de la cultura en la Edad Media. Juglar, clérigo, trovador, peregrino. 2.2. La Epopeya y la narración caballeresca. 2.3.Literatura culta. Humanismo. Petrarca y Boccaccio 2.4. La poesía amorosa: la poesía trovadores y el dolce stil nuovo. Cancionero de Petrarca. 2.5. La poesía de la muerte. Jorge Manrique. François Villon. Tópico del UBI SUNT. 2.6. Narración breve en prosa y verso: libro de "ejemplos", fábulas, fabliaux. Las mil y una noches. 2.7. "Los cuentos de Canterbury" de Chaucer
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... decimos adiós a la Antigüedad Clásica y nos adentramos en el período histórico llamado EDAD MEDIA.
METAMORFOSISColección de 250 leyendas mitológicas. Constituirán un auténtico referente, una fuente de la que beberán muchos artistas posteriores. Su pretensión fue redactar una "historia universal de la mitología" desde la creación del mundo hasta la muerte de César, escogiendo para ello leyendas en las que se produjera la transformación de alguno de los personajes. Aquí , el mito tiene un tratamiento ajeno a lo religioso, por lo que se pueden ver a los dioses humanizados. : Ovidio: Metamorfosis I, IV Apolo, presuntuoso de su éxito sobre la serpiente Pitón, viendo a Cupido con el apercibido carcaj, le amonestó:-Dime, joven afeminado: ¿qué pretendes hacer con esa arma más propia de mis manos que de las tuyas? Yo sé lanzar las flechas certeras contra las bestias feroces y contra los feroces enemigos. Yo me he gozado mientras veía morir a la serpiente Pitón entre las angustias envenenadas de muchas heridas. Conténtate con avivar con tus candelas un juego que yo no conozco y no pretendas parangonar tus victorias con las mías. -Sírvete tú de tus flechas como mejor te plazca -respondió el Amor- y hiere a quienes te lo pida tu ánimo. Mas a mí me place herirte ahora. La gloria que a ti te viene de las bestias vencidas me vendrá a mí de haberte rendido a ti, cazador invencible. Dichas estas razones, voló Cupido y se detuvo sobre el Parnaso; y disparó dos flechas; con una clavó el amor, y el desdén con la otra. Flecha de oro, la amorosa, aguda y sin remedio. Flecha plomiza, la desdeñosa, y roma. Aquella atravesó el pecho de Apolo, y esta el de la ninfa Dafne. Conoció el dios la pasión violenta y fue el amante de la hija de Peneo, la cual se refugió en el bosque pretendiendo, como Diana, dedicarse a la caza. Muchos la pretendieron; mas ella despreció a muchos por no cejar en sus silvestres gustos. Y decíale su padre: -Hija, yo desearía que te casaras. ¡Cuánto sueño con tener nietos! Le sonrojaban tales deseos; el matrimonio le parecía un crimen; entre los brazos de su padre suplicaba por su virginidad, recordándole el don que a Diana concedió Júpiter. Peneo consintió, no sin decirle que su belleza y sus gracias eran los peores enemigos de su resolución. Apolo la vio; y verla fue enamorarse y sentir los apremios del deseo. Creyó con constancia conseguida por fin. Vana espera. Fuego violento consumía el corazón varonil. Viendo los rubios cabellos de la ninfa caer sobre sus espaldas, se decía: -¿Cuál no sería su belleza si estuvieran peinados con arte? Viendo sus ojos, rútilos como dos estrellas, su boca bermeja, sus dedos, sus manos y sus brazos desnudos, conmovíase. Y su amor se desbocaba imaginando otras bellezas ocultas. En vano la pretendió. Esquivábale ella con la ligereza del viento. -¡Espérame, hermosa mía! -clamaba Apolo-. ¡Espérame! ¡Que no soy ningún enemigo de funestas ideas! ¡Húyale el cordero al lobo, el ciervo al león y la paloma al águila, porque sus enemigos son; pero no me huyas, porque únicamente el más inmenso amor me impulsa! ¡Espérame, porque pudieras caer sobre las espinas del camino, siendo yo, sin querer, la causa! ¡Sigues el rumbo más disparatado!... ¡Si moderas la ligereza de tu huida, moderaré la ligereza de mi persecución!... ¡Piensa que no soy pastor que conduzca rebaños al son de un caramillo y procura entender el precio de tu conquista! ¡Si me conocieras... seguro estoy de que, si no esperarme, no me esquivaras con ese ahínco!... Delfos, Claros, Tenedos y Petara me rinden los honores debidos. Hijo de Júpiter soy, y adivino el porvenir y soy sabio del pasado. Yo inventé la emoción de acortar el canto al son de la lira; mis flechas llegan a todas partes con golpes certeros. Mas, ¡ay!, que me parece más certero quien dio en mi blanco. Siendo el inventor de la medicina, el universo me adora como a un dios bondadoso y benefactor. Conozco la virtud de todas las plantas..., pero ¿qué hierba existe que cure la locura de amor? Se conoce que mis méritos, útiles para todos los mortales, únicamente para mí no tienen poder ni prodigio. Mientras hablaba así logró Apolo acortar la distancia que les separaba; pero Dafne de nuevo huyó ligera... con hermosura acrecentada. Sus vestidos volados y semicaídos... Sus cabellos dorados y flotantes... Divina, sí. Debió pensar Apolo que más le valían que las melodiosas palabras, en aquella ocasión, los pies ligeros... y arreció en su carrera. Y fue aquello... como una liebre perseguida por un galgo en campo raso, espectacular y definitivo. ¿La alcanza? ¿No la alcanza?.. Ya los varoniles dedos rozan las prendas femeninas... ¡Y cómo palpita el corazón entonces!... Llegó Dafne a las riberas del Peneo, su padre, y le dijo así, desconsolada: -¡Padre mío! Si es verdad que tus aguas tienen el privilegio de la divinidad, ven en mi auxilio..., o tú, tierra, ¡trágame!... porque ya veo cuán funesta es mi hermosura... Apenas terminó su ruego, fue acometida por un espasmo. Su cuerpo se cubre de corteza. Sus pies, hechos raíces, se ahondan en el suelo. Sus brazos y sus cabellos son ramas cubiertas de hojarasca. Y, sin embargo, ¡qué bello aquel árbol! A él se abraza Apolo y casi lo siente palpitar. Las movidas ramas, rozándole, pueden ser caricias. -Pues que ya -sollozó- no puedes ser mi mujer, serás mi árbol predilecto, laurel, honra de las victorias. Mis cabellos y mi lira no podrán tener ornamento más divino. ¡Hojas de laurel! Los capitanes romanos triunfantes, subidos al Capitolio, ostentarán coronas arrancadas de ti. Tú cubrirás los pórticos en el palacio de los emperadores; y así como mis cabellos permanecen sin encanecer nunca, así tus hojas jamás dejarán de aparecer verdes. OVIDIO, "Metamorfosis" Libro I, IV (Traducción de Fdco. Saiz de Robles) UN MITO CON MUUUCHAAAA TRANSCENDENCIAFrancesco Petrarca: Soneto XXXIV Apolo, si el deseo ha perdurado que te inflamaba en la tesalia onda, y si la amada cabellera blonda, tras tantos años, no la has olvidado, del perezoso hielo y tiempo airado, que durará mientras tu faz se esconda, defiende a la honorable y sacra fronda en que, después de tú, yo me he enredado; y por virtud de la esperanza amante que te hizo soportar la vida acerba, bórrale al aire los nubosos trazos; y admirados veremos al instante a nuestra dama estar sobre la hierba y hacerse sombra con sus propios brazos. Garcilaso de la Vega: Soneto XIII A Dafne ya los brazos le crecían y en luengos ramos vueltos se mostraban; en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos qu'el oro escurecían; de áspera corteza se cubrían Los tiernos miembros que aun bullendo 'staban; los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían. Aquel que fue la causa de tal daño, a fuerza de llorar, crecer hacía este árbol, que con lágrimas regaba. ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, que con llorarla crezca cada día la causa y la razón por que lloraba! En reiteradas ocasiones hemos hablado de que la Literatura habla de nosotros, del hombre como ser social, como sujeto con fecha de caducidad, como fuente de pasiones... La incitación a gozar del momento, a vivir intensamente cada segundo de tu vida es una constante en la vida del ser humano y, por ende, en las artes, como reflejo de las necesidades de éste. Algunos ejemplos:
Bebe ,Pa fuera telarañas, "El golpe"
Soneto a Helena (Pierre de Ronsard, S XVI) Cuando seas muy vieja, a la luz de una vela y al amor de la lumbre, devanando e hilando, cantarás estos versos y dirás deslumbrada: "Me los hizo Ronsard cuando yo era más bella". No habrá entonces sirvienta que al oír tus palabras, aunque ya doblegada por el peso del sueño, cuando suene mi nombre la cabeza no yerga y bendiga mi nombre, inmortal por la gloria. Yo seré bajo tierra descarnado fantasma y a la sombra de mirtos tendré ya mi reposo; para entonces serás una vieja encorvada, añorando mi amor, tus desdenes llorando. Vive ahora; no aguardes a que llegue el mañana: coge hoy mismo las rosas que te ofrece la vida. De Sonetos para Helena. Versión de Carlos Pujol. Bruguera, 1982 EN LAS ARTES PLÁSTICAS....
Dichoso el que de pleitos alejado, cual los del tiempo antigo, labra sus heredades, no obligado al logrero enemigo. Ni la arma en los reales le despierta, ni tiembla en la mar brava; huye la plaza y la soberbia puerta de la ambición esclava. Su gusto es, o poner la vid crecida al álamo ayuntada, contemplar cuál pace, desparcida, el valle su vacada. Ya poda el ramo inútil, o ya enjiere en su vez el extraño; castra sus colmenas, o si quiere, tresquila su rebaño. Pues cuando el padre Otoño muestra fuera la su frente galana, con cuánto gozo coge la alta pera, las uvas como grana. Y a ti, sacro Silvano, las presenta, que guardas el ejido, debajo un roble antiguo ya se asienta, ya en el prado florido. El agua en las acequias corre, y cantan los pájaros sin dueño; las fuentes al murmullo que levantan, despiertan dulce sueño. Y ya que el año cubre campos y cerros con nieve y con heladas, o lanza el jabalí con muchos perros en las redes paradas; o los golosos tordos, o con liga o con red engañosa, o la extranjera grulla en lazo obliga, que es presa deleitosa. Con esto, ¿quién del pecho no desprende cuanto en amor se pasa? ¿Pues qué, si la mujer honesta atiende los hijos y la casa? Cual hace la sabina o la calabresa de andar al sol tostada, y ya que viene el amo enciende apriesa la leña no mojada. Y ataja entre los zarzos los ganados, y los ordeña luego, y pone mil manjares no comprados, y el vino como fuego. No me serán los rombos más sabrosos, ni las ostras, ni el mero, si algunos con levantes furiosos nos da el invierno fiero. Traducción de Fray Luis de León. ESTRUCTURA DE LA ENEIDABREVE ARGUMENTOAsí empieza La EneidaCanto a las armas y a ese hombre que de las costas de Troya llegó el primero a Italia prófugo por el hado y a las playas lavinias, sacudido por mar y por tierra por la violencia de los dioses a causa de la ira obstinada de la cruel Juno, tras mucho sufrir también en la guerra, hasta que fundó la ciudad y trajo sus dioses al Lacio; de ahí el pueblo latino y los padres albanos y de la alta Roma las murallas. Cuéntame, Musa, las causas; ofendido qué numen o dolida por qué la reina de los dioses a sufrir tantas penas empujó a un hombre de insigne piedad, a hacer frente a tanta fatiga. ¿Tan grande es la ira del corazón de los dioses? Hubo una antigua ciudad que habitaron colonos de Tiro, Cartago, frente a Italia y lejos de las bocas del Tiber, rica en recursos y violenta de afición a la guerra; de ella se dice que Juno la cuidó por encima de todas las tierras, más incluso que a Samos. Aquí estuvieron sus armas, aquí su carro; que ella sea la reina de los pueblos, si los hados consienten, la diosa pretende e intenta. Pero había oído que venía una rama de la sangre troyana que un día habría de destruir las fortalezas tirias; para ruina de Libia vendría un pueblo poderoso y orgulloso en la guerra; así lo hilaban las Parcas. Eso temiendo y recordando la hija de Saturno otra guerra que ante Troya emprendiera en favor de su Argos querida, que aún no habían salido de su corazón las causas del enojo ni el agudo dolor; en el fondo de su alma clavado sigue el juicio de Paris y la ofensa de despreciar su belleza y el odiado pueblo y los honores a Ganimedes raptado. Más y más encendida por todo esto, agitaba a los de Troya por todo el mar, resto de los dánaos y del cruel Aquiles, y los retenía lejos del Lacio. Sacudidos por los hados vagaban ya muchos años dando vueltas a todos los mares. Empresa tan grande era fundar el pueblo de Roma. LIBRO II. La Eneida. Fragmento del Libro II de la Eneida: En ese momento un nuevo prodigio mucho más terrible aparece ante los desgraciados y turba sus pechos confiados. Laocoonte, sacado a suertes sacerdote de Neptuno, degollaba en su ara festiva un toro tremendo. Y mira por dónde (me muero al contarlo), dos grandes serpientes se lanzan al mar desde Ténedos por la quieta llanura con curvas inmensas y buscan la costa a la vez; sus pechos se levantan entre las olas y con crestas de sangre asoman en el agua, el resto se dibuja en el mar y retuerce sus lomos enormes en un torbellino. Suena el silbido en la sal espumante, y ya a tierra llegaban e, inyectados en sangre y en fuego sus ojos ardientes, sacudían sus bocas silbantes vibrando las lenguas. Escapamos exangües ante la visión. Aquéllas en ruta certera buscan a Laocoonte, y primero rodean con su abrazo los pequeños cuerpos de sus dos hijos y a mordiscos devoran sus pobres miembros; se abalanzan después sobre aquel que acudía en su ayuda con las flechas y abrazan su cuerpo en monstruosos anillos, y ya en dos vueltas lo tienen agarrado rodeándole el cuello con sus cuerpos de escamas, y sacan por encima la cabeza y las altas cervices. Él trata a la vez con las manos de deshacer los nudos, con las cintas manchadas de sangre seca y negro veneno, a la vez lanza al cielo sus gritos horrendos, como los mugidos cuando el toro escapa herido del ara sacudiendo de su cerviz el hacha que erró el golpe. Se escapan luego los dragones gemelos hacia el alto santuario y buscan el alacázar de la cruel Tritónide y a los pies de la diosa, bajo el círculo de su escudo, se esconden. Entonces fue cuando un nuevo pavor se asoma a los pechos temblorosos de todos y se dice que Laocoonte había pagado su crimen, por herir con su lanza la madera sagrada y llegar a clavar en su lomo la lanza asesina. Gritan que hay que buscar un lugar a la efigie y ganarse el numen de la diosa. Rompemos los muros y de la ciudad abrimos las murallas. Todos manos a la obra ponen ruedas a los pies, y tienden a su cuello cuerdas de estopa; atraviesa los muros el ingenio fatal preñado de armas. Traducción: Rafael Fontán. Versos (199--236) LXXXV Odio y amo. Tal vez preguntes por qué lo hago. No lo sé, pero siento que así y sufro. Vivamos, Lesbia mía, y amémonos. Que los rumores de los viejos severos no nos importen. El sol puede salir y ponerse: nosotros, cuando acabe nuestra breve luz, dormiremos una noche eterna. Dame mil besos, después cien, luego otros mil, luego otros cien, después hasta dos mil, después otra vez cien; luego, cuando lleguemos a muchos miles, perderemos la cuenta, no la sabremos nosotros ni el envidioso, y así no podrá maldecirnos al saber el total de nuestros besos. * * * Viuamus, mea Lesbia, atque amemus, rumoresque senum seueriorum omnes unius aestimemus assis. Soles occidere et redire possunt: nobis, cum semel occidit breuis lux, nox est perpetua una dormienda. Da mi basia mille, deinde centum, dein mille altera, dein secunda centum, deinde usque altera mille, deinde centum. Dein, cum milia multa fecerimus, conturbabimus illa, ne sciamus, aut nequis malus inuidere possit, cum tantum sciat esse basiorum. BESOS A LESBIA VII Me preguntas, oh Lesbia, cuántos besos tuyos me sean suficientes,cuántos me sean demasiados. Cuan gran número de arena de Libia yace en Cirene, de laserpicïo plena, entre el oráculo del ardiente Jove y el túmulo del anciano Bato; o cuantos astros nos ven, al callar la noche, enredados en amoríos; sólo esa cantidad satisfará a Catulo el loco, y demasïados serán, y afortunados, que ni contarlos podrán los curiosos ni con sus malas lenguas hechizarlos. Carmen 11 Furio y Aurelio, compañeros de Catulo, si este ha de internarse en los extremos de la India donde la orilla por la ola oriental de extendidos ecos es azotada, o si va hacia los hircanios o los delicados árabes o los sagas o los arqueros partos; o a las llanuras que matiza el Nilo de siete bocas, o si ha de atravesar los elevados Alpes visitando los monumentos del gran César, el Rhin gálico y los lejanos y horribles britanos si todo esto, si cualquier cosa que manifieste la voluntad de los dioses celestiales, estáis preparado para intentar a la vez, anunciad a mi amada estas pocas, no buenas palabras: que disfrute y lo pase bien con sus trescientos amantes que retiene abrazados todos a la vez, sin amar verdaderamente a ninguno pero de todos sin cesar reventando la entrepierna; y que no atienda, como antes, a mi amor que por su culpa murió como del prado la última flor, que ha perecido después que la ha golpeado el arado que pasa. Comentario de texto. Aunque algunos ya lo tenéis a través de Google Classroom, os lo adjunto aquí para que no caiga en el olvido. FECHA LÍMITE DE ENTREGA: 10 de noviembre (viernes)
GUÍA U ORIENTACIONES PARA COMENTAR UN TEXTO LITERARIO
También os dejo los apuntes de esta infografía, con un poco más de detalle.
¡Ya basta de tanta tragedia! después varias agonías, presiones, castigos, muertes, suicidios, venganzas, atrocidades... ya toca un poco de humor y diversión... Curiosidades: pincha aquí y lee los artículos relacionados con "Lisístrata y la actualidad" La situación de la mujer en la Antigua Grecia
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